martes, 9 de diciembre de 2014

El oprimido: meta y camino

    
                                        Para todo creyente la búsqueda de la felicidad y de la santidad deben ir de la mano. Muchos pretenden delimitar el alcance de lo divino y colocar límites a lo profano. Para un cristiano que razona su fe es dura y ardua tarea, pues la persona Jesús, siendo divino, asume lo humano para llevar consigo toda nuestra realidad a la participación de la vida divina. No podemos diferenciar la historia de la salvación de la historia profana. Jesús se identifica con el pobre, el hambriento, el marginado, con todos los oprimidos y desesperanzados. Muchos en nuestras comunidades defienden a capa y espada que existen dos caminos: uno que lleva al Reino de los cielos y otro a la sociedad perfecta. 

    Jesús nos muestra el verdadero rostro de Dios Padre y lo hace identificándose con todos los "separados". No hay dos caminos posibles. El oprimido, el marginado, el hermano querido o el desconocido que necesita que le extiendan una mano son itinerario seguro para el encuentro del cristiano con Dios. Son la expresión de la experiencia del Dios-con-nosotros: el Enmanuel. El Reino de Dios se hace visible y presencial en los marginados y oprimidos. No hay amor ni interés por Dios donde no hay amor ni interés por el hombre, por el hermano, por lo humano. El amor al prójimo  es necesario en la vida del creyente. Todo discípulo de Jesús, deberá comulgar con  sus ideas y con su obra; y de su opción por Cristo nacerá su opción por los pobres. 

     Cristo es un rey coronado de espinas porque presenta su opción por los oprimidos; esa es su lucha y meta, esa es su corona. Uno se conocerá a sí mismo y lo reconocerán los otros como cristiano cuando practique ese amor, que es el único camino auténtico de espiritualidad. El místico ansía fundirse con Dios y comprende que el camino es fundirse con el hermano necesitado. Como decía la gran mística española Teresa de Jesús:"Obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar un alivio... te compadezcas de ella; y si tiene dolor, te duela a ti; y si fuere menester; lo ayudes, porque ella lo coma...". Al identificarse Jesús con los oprimidos es imposible cualquier identificación con Él que no pase por el pobre. Todo cristiano debe ver el mundo con los ojos de Cristo y soñar con un mundo mejor, donde las personas se amen unas a otras a semejanza del amor de Dios para con nosotros. 

martes, 1 de julio de 2014

Los Místicos de Hoy



La mística no puede estar alejada de la realidad histórica, del diario vivir, de lo que hoy acontece. Los auténticos místicos son hombres y mujeres con los pies puestos en este mundo; pero su mirada en dirección al cielo. Una extraordinaria experiencia de Dios, es una gracia, un regalo, pues va más allá de nuestros méritos personales. Con frecuencia encontramos en nuestras parroquias místicos que permanecen escondidos en el silencio de Dios, a la mayoría de ellos no le ocurren fenómenos sobrenaturales, pero esto no mengua que su experiencia íntima de Dios sea auténtica.

Generalmente podemos saborear la majestuosidad e intimidad de la vida de Dios por las obras que los místicos nos han legado. Ellos al contarnos sus íntimas experiencias espirituales se han convertido en verdaderos maestros que conducen a las almas por los caminos que llegan al corazón de Dios. Muchos se sienten sorprendidos por aquellas experiencia sobrenaturales que algunas personas experimentan: levitación, bilocación, éxtasis, transverberación, estigmas, entre otros. Estos fenómenos se manifiestan durante el proceso de unión de la persona con Dios, cuando todavía la persona necesita disponerse; son pequeños regalos con los que Dios engolosina a las almas para que éstas continúen el camino que ya han emprendido y por el cuál transitan. Sólo Dios sabe por qué él otorga estas experiencias a algunas personas y a otras no. Mí criterio personal es que algunas almas les basta sólo una pequeña experiencia de Dios para recorrer todo el camino. Un ejemplo preclaro y conocido por todos es el de la Madre Teresa de Calcuta que vivió una larga aridez espiritual; pero ésto no afectó su fecundidad en la caridad. 

En la vida espiritual es necesario que alguien nos acompañe en el camino y junto a nosotros este en constate discernimiento para no caer en el error. Seguramente han escuchado historias de personas que afirman que le ha acontecido alguna manifestación por parte de Dios, no es mi función determinar cuáles son auténticas y cuáles no lo son; pero la Iglesia Católica es muy prudente en éstos asuntos y con razón actúa así, es necesario tener una certeza absoluta. En la mayoría de los casos las personas se sienten indiferentes a éstos asuntos o toman su distancia porque sobreabundan falsos místicos y falsas experiencias místicas. El equilibrio emocional, la humanidad, la capacidad de servicio y de relación, de humildad, de creatividad entre otras cualidades y ayudado con las ciencias serán criterio genuino para clarificar la veracidad de una experiencia mística. 

Santa Teresa de Jesús, que es Doctora de la Iglesia, nos da pautas importantes en el criterio de discernimiento; su trabajo apostólico, su humor, alegría y simpatía y su humanismo son cualidades que rompen los esquemas que muchas veces nos hacemos de los místicos. "Que Dios nos guarde de las monjas tontas"... "Tristeza y melancolía, no las quiero en casa mía" decía Teresa. La verdadera experiencia mística mantiene en equilibrio a la persona humana y los efectos son siempre positivos; pues la persona crece en humildad, en mansedumbre, en misericordia, reconoce su fragilidad personal y su pecado. Quedo siempre anonadado al leer como Santa Teresita del Niño Jesús comprenden incluso a los que tienen la tentación del suicidio. Éstos son los verdaderos místicos, los que viven al pie de la cruz, los que ven la gracia que abunda en el dolor, los que se imponen tareas y los retos no le paralizan, los que comprenden la tentación de los pecadores, la desesperación en los cruces de camino y la complejidad de algunos momentos que la vida. 

lunes, 23 de junio de 2014

"Teología Mística" de Dionisio Aeropagita




Para los que estudiamos la Mística o para aquellos que sólo les provoca curiosidad este tema es importante conocer que existe un pequeño tratado que ha ejercido una enorme influencia en el desarrollo de la mística; me refiero a la "Teología Mística" de Dionisio Areopagita. Dionisio es una figura un poco misteriosa del siglo VI, una teológo cuyo nombre es desconocido y que escribió con este pseudónimoAlgunos estudiosos del tema afirman que su tratado es la base de la mística cristiana. Yo, como soy un aficionado al tema, sólo me atrevo a resaltar la gran influencia que ha tenido en las obras posteriores. 

¿Por qué escondió su nombre y escogió este pseudónimo? El mismo Papa Benedicto XVI nos lo aclara el 14 mayo 2008 durante la audiencia genera, dedicada a presentar la figura del Pseudo-Dionisio Areopagita. "hay dos hipótesis sobre este anonimato y sobre su pseudónimo. Según la primera, se trataba de una falsificación, a través de la cual, fechando sus obras en el primer siglo, en tiempos de san Pablo, quería dar a su producción literaria una autoridad casi apostólica. Pero hay una hipótesis mejor que ésta --que me parece poco creíble--: quería hacer un acto de humildad. No quería dar gloria a su nombre, no quería erigir un monumento a sí mismo con sus obras, sino realmente servir al Evangelio, crear una teología eclesial, no individual, basada en sí mismo. En realidad logró elaborar una teología que ciertamente podemos fechar en el siglo VI, pero no la podemos atribuir a una de las figuras de esa época: es una teología un poco "desindividualizada", es decir, una teología que expresa un pensamiento y un lenguaje común".

Dicho tratado nos habla de Dios por la vía de silencio. Para su autor, la palabra Teología es sinónimo de Biblia, hablar con y de la Palabra de Dios; y Mística el descubrimiento del Misterio. Sin duda alguna su lectura cautiva a todo aquel que su mirada va más allá del horizorte de este mundo. 

"... Queda el alma abismada, sin palabras, encantada, y al volver a la tierra su mirada exclama: ¡Nada! Nada como aquello, nada se le parece, es el Inefable. Yo niego que lo mejor de este mundo se pueda comparar con aquel Bien. No, no me digan palabras que no alcanzan la Verdad. Déjenme en silencio cantar sus alabanzas".

"... Pero procura que no escuche estas cosas ningún profano; me refiero a quienes se contentan con los seres y no se imaginan que hay algo superior supraesencialmente a los seres, sino que creen que con su razón natural pueden conocer al que puso "la oscuridad por tienda suya" (Sal 17,12). Y si la iniciación en los misterios divinos les supera a éstos, ¿qué podríamos decir de los que son aún más ignorantes, aquellos que describen a la Causa suprema de todos los seres valiéndose de los seres más bajos que existen, y afirman que Ella no es superior en nada a los impíos y multiformes ídolos que ellos se inventan?"

"... Decimos, pues, que la Causa de todo y que está por encima de todo no carece de esencia ni de vida, ni de razón ni de inteligencia, que no es cuerpo ni figura, ni tiene forma alguna, ni cualidad, ni cantidad ni volumen. No está en ningún lugar, no se la puede ver ni tocar. No siente ni puede ser percibida por los sentidos. No sufre desorden ni perturbación debido a las pasiones terrenales, ni le falta fuerza para poder superar accidentes sensibles. Ni está necesitada de luz. No es ni tiene cambio, corrupción, división, privación, ni flujo, ni ninguna otra cosa de las cosas sensibles. 

Y ascendiendo más, añadimos que no es alma ni inteligencia, no tiene imaginación ni opinión ni razón ni entendimiento. No es palabra ni pensamiento, no se puede nombrar ni entender. No es número ni orden, ni magnitud ni pequeñez, ni igualdad ni desigualdad, ni semejanza ni desemejanza, ni permanece inmóvil ni se mueve, ni está en calma.

No tiene poder ni es poder ni luz. No vive ni tiene vida. No es sustancia, ni eternidad ni tiempo. No hay conocimiento intelectual de Ella ni ciencia, ni es verdad ni reino ni sabiduría, ni uno ni unidad, ni divinidad ni bondad, ni espíritu, como lo entendemos nosotros, ni filiación ni paternidad ni ninguna otra cosa de las conocidas por nosotros o por cualquier otro ser. No es ninguna de las cosas que no son ni tampoco de las que son, ni los seres la conocen tal como es, ni Ella conoce a los seres como son. No hay palabras para Ella, ni nombre, ni conocimiento. No es tinieblas ni luz, ni error ni verdad. Nada en absoluto se puede negar o afirmar de Ella, pero cuando afirmamos o negamos algo de las cosas inferiores a Ella no le añadimos ni quitamos nada, pues la Causa perfecta y única de todas las cosas está por encima de toda afirmación y también la trascendencia de quien está sencillamente libre de todo está por encima de toda negación y más allá de todo".

Benedicto nos sigue instruyendo cuando nos dice: "Creo que es la primera gran teología mística. Es más, la palabra "mística" adquiere con él un nuevo significado. Hasta esa época para los cristianos esta palabra era equivalente a la palabra "sacramental", es decir, lo que pertenece al "mysterion", sacramento. Con él, la palabra "mística" se hace más personal, más íntima: expresa el camino del alma hacia Dios". 

Si leyeran "Subida del Monte Carmelo" de  San Juan de la Cruz, místico del siglo XVI, entonces caerían en la cuenta  de la gran influencia que ha ejercido el tratado del Areopagita. Comprenderían  que el Doctor carmelitano no toca temas nuevos, la gran habilidad del fraile resulta en ensanchar los margenes y dar riendas sueltas al enorme caudal de la tradición contemplativa y filosófica. Ojala estas líneas provoquen una sed por la lectura de los clásicos espirituales que, de seguro, dejaran honda huella en ustedes.


sábado, 21 de junio de 2014

La Mística: camino Ecuménico

   


   La palabra ecuménico se deriva del griego oikoumene, que significa toda la tierra habitada. Tradicionalmente en la Iglesia Católica la palabra ecuménico designa un concilio general o universal de la Iglesia, pero también se usa para designar el movimiento en favor de la unidad de las religiones. No pretendo desarrollar un exhaustivo análisis sobre sobre el ecumenismo en favor de la unidad entre diferentes confesiones cristianas y no cristianas, sus implicaciones e importancia, pues mi motivación principal consiste hacer ver la mística como camino ecuménico.

   El místico es la persona que saborea a plenitud la vida divina y como vive una vida saturada del amor quiere transmitir su experiencia a los demás. Él, atesora para sí una forma de conocimiento que no se aprende a través del estudio teológico, más bien su íntima vivencia enriquece y aclara los esfuerzos de la teología. El místico siente el amor, como fuego abrazador que le contagia, le abraza, le inflama y le hace propagarse; pues la mística es la experiencia de la madurez espiritual.

 En siglos pasados se consideraba místico a  aquel que sujeto a estructuras eclesiales y dentro de ellas, vivía integrado sólo a la vida espiritual. Hoy día, vemos como el concepto se ha ampliado y encontramos a los místicos de hoy afanados en la vida pública. El amado quiere compartir su experiencia y ésto le hace salir a las calles, y mucho más allá, a las callejuelas, a los suburbios donde a gritos se reclama el amor, para transmitir su íntima vivencia. Santa Teresa de Jesús, mística española del siglo XVI, nos comparte que en el proceso espiritual, toda persona que experimenta la unión con Dios se desvive por trabajar en favor de los demás. "Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor". 

   La mística es un fenómeno religioso universal, podemos encontrar míticos en cualquier denominación cristiana y no cristiana. Todas las religiones proponen al hombre una unión más profunda y un contacto más íntimo con lo divino. Todo creyente vive en una actitud de escucha y de aceptación; en su seguimiento, la unión mística, es un sendero más profundo que le anima en su caminar. La mística, por tanto, es un fenómeno transcultural. 

   En el siglo III d.C., el filósofo Plotino en su tratado Eneadas, escribió: “Frecuentemente me despierto a mí mismo huyendo de mi cuerpo. Y, ajeno entonces a todo lo demás, dentro ya de mí mismo, contemplo, en la medida de lo posible, una maravillosa belleza. Creo sobre todo, en ese momento, que me corresponde un destino superior, ya que por la índole de mi actividad alcanzo el más alto grado de vida y me uno también al ser divino, situándome en él por esa acción y colocándome incluso por encima de los seres inteligibles…” 

   Albert Einstein también nos dice: "La más bella emoción que podemos tener es la mística. Es la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. Para quien esta experiencia resulte extraña es como si estuviera muerto. Saber que existe lo que para nosotros es impenetrable, manifestándose como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, que nuestras pobres facultades sólo pueden entender en sus formas más primitivas -este conocimiento, esta sensación- está en el corazón de nuestra religiosidad".

   Moisés, el padre de los creyentes, que sigue a Dios presente en la nube y guía al pueblo hacia la tierra prometida; con él hablaba Yahvé cara a cara como habla uno con su amigo (Dt 34,10). Su experiencia nos dice que la unión con la divinidad no se realiza sólo por el acercamiento a lo sagrado (la experiencia de la zarza ardiendo); sino también en el asumir el reto del día a día. Siempre tendemos sacar a Dios de nuestras luchas y de ubicarlo en un lugar determinado de culto; para luego, más tarde, clamar para que venga en nuestra ayuda. Lo real es que Dios camina con nosotros y nada de nuestra humanidad le es ajeno. El místico recibe un conocimiento esencial de sí mismo y una experiencia de lo inefable. Algo imposible de traducir en palabras, pero de lo que no hay duda es del potencial sanador que ofrece ésta experiencia y el sentimiento universal que se experimenta. Quienes lo viven, ya no volverán a ser nunca los mismos, porque se sienten personas nuevas, renovadas, transfiguradas y desean que todos vivamos la experiencia de estar engolfados de Dios.






jueves, 19 de junio de 2014

"Arrástranos tras ti, corramos" Ct 1, 4



















En la historia de la espiritualidad podemos apreciar que ésta ha intentado desarrollarse fuera de la sexualidad. El asceta trataba de olvidar todo lo referente al tema. Hoy día, no parece aceptable una experiencia espiritual válida si no contiene, de alguna forma, la sexualidad. 


El asceta de hoy debería ser instruido incluso sobre la forma en que Cristo vivió su sexualidad. Sabemos que Jesús desarrollo una amistad con varias mujeres; que convirtió a Magdalena y a la samaritana; otras fueron curadas de enfermedades; algunas de ellas le habían seguido y presenciaron su pasión en la cruz. Sin temor a equivocarnos podemos decir que Jesús cautivó a las mujeres que le rodeaban y que éstas le admiraban con devoción: tuvo predilección por María, que permaneció en contemplación escuchando sus palabras; por Marta, que se afanó en agasajarlo con sus atenciones; tributó alabanzas a Magdalena, la cual, trató su cuerpo. Hoy día, muchos nos sentimos prendados por la persona de Jesús, cuánto más lo deberían estar los que le conocieron y le siguieron.

Algunas personas se han escandalizado al conocer el simbolismo erótico de los místicos; la visión de su sexualidad y su relación con Jesús. Algunas personas consideran que entre los místicos la terminología erótica es un simple lenguaje alegórico, puramente literario, ajeno por completo a la sexualidad; un lenguaje literario no experimentado en sentido psicológico. Yo respeto dicha opinión, pero no comulgo totalmente con dicho pensar. Los míticos hablan de sus experiencias personales y éstas no son fruto de la imaginación, en su relación con Jesús se manifiesta su sexualidad.

La sexualidad es una actitud personal comunicativa, y Jesús supo utilizarla para estrechar relaciones de amistad, para expresar su profunda afectividad y para dar testimonio de su intimidad de amor con el Padre. La virtud de su sexualidad fue palpada por sus contemporáneos que pudieron experimentar su humanidad. En los santos contemplamos una sexualidad integrada que florece y llega a la madurez. La misma Santa Teresa, que fue una persona muy afectiva en su trato con los demás, nos habla muchas veces de su manera de relacionarse con la Sacratísima Humanidad de Cristo y de la importancia de encontrar el rostro humano de Jesús y dejarnos seducir por Él.

Hoy día, la sexualidad, constituye un punto de suma importancia en la espiritualidad del cristiano desde esta perspectiva espiritual.

miércoles, 28 de mayo de 2014

El Amor: criterio fundamental

En la vida de los místicos el "amor" es el criterio fundamental para establecer la autenticidad de cualquier experiencia mística. A menudo resulta dificil establecer exactamente si una "experiencia mística" culmina en este amor. Además, en la valoración de las experiencias concretas, no siempre es necesario llegar a unas delimitaciones claras. Pero en su tendencia, la directriz de la experiencia mística hacia el amor tiene que ser clara para que pueda reconocerse en ella la mística de Dios. San Juan de la Cruz nos da en este sentido algunas indicaciones concretas. A menudo en el Cántico espiritual nos repite: "Porque, como ya he dicho, la visión de Dios es aquí amor". En las últimas estrofas de explicación del Cántico espiritual, san Juan intenta mostrarlo en la disociación entre el amor (que a pesar de ser gracia se contrapone al hombre) y la experiencia de iluminación (que se le da al hombre por Dios). En el amor el místico puede alcanzar el vértice del encuentro con Dios, mientras que en la "experiencia" de este vínculo con Dios sigue siendo un hombre mortal, todavía en peregrinación hacia Dios y por consiguiente incapaz de alcanzar el fin supremo:

"En la transformación del alma en ella  hay conformidad y visión beatífica de ambas partes, y por tanto no da pena de variedad en más o en menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad de este perfecto amor... Lo cual acaece en el alma que en esta vida está transformada con perfección de amor, que, aunque hay conformidad, todavía padece alguna manera de pena y detrimento; lo uno, por la transformación beatífica, que siempre echa menos en el espíritu; lo otro, por el detrimento que padece el sentido flaco y corruptible con la fortaleza y alteza de tanto amor"
                          (Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 39. 14, en Vida y obras, o. c.)

El místico llegará a la cima, mientras que en la experiencia, y por tanto en la percepción de la cercanía de Dios, el hombre sigue estando en peregrinación durante su vida terrena.
 
(Tomado de Mística Cristiana de Josef Sudbrack)





 
 
 
 
 

sábado, 24 de mayo de 2014

La mística cristiana es don de Dios

Ciertamente el cristiano tiene necesidad de determinados tiempos de retiro en la soledad para recogerse y encontrar cerca de Dios, su camino. Pero, dado su carácter de criatura, y de criatura consciente de no estar seguro sino por la gracia, su modo de acercarse a Dios no se fundamenta en una técnica en el sentido estricto de la palabra. Esto iría en contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio. La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno. 
(STA. TERESA DE JESUS, Castillo Interior IV, 1, 2) 

Se debe distinguir entre los dones del Espíritu Santo y los carismas concedidos en modo totalmente libre por Dios. Los primeros son algo que todo
cristiano puede reavivar en sí mismo a través de una vida solícita de fe, de esperanza y de
caridad y, de esa manera, llegar a una cierta experiencia de Dios y de los contenidos de la
fe, por medio de una seria ascesis. En cuanto a los carismas, S. Pablo dice que existen
sobre todo en favor de la Iglesia, y de los otros miembros del Cuerpo místico de Cristo (I Cor 12, 7).

Los Mistícos, engolosinados de Dios


Los teólogos nos explican qué es la experiencia de los santos. Nos dicen que la Trinidad, al tocar el alma con su gracia, la eleva por encima de ella misma y la diviniza. La hace participar del amor con el que Dios se ama a sí mismo y del conocimiento con el que Él se conoce. El hombre espiritual está dotado de aptitudes nuevas, de sentidos nuevos, que lo connaturalizan con esa tiniebla divina, inaccesible al hombre carnal, y le permiten penetrar en ella. Estas nuevas aptitudes son las virtudes teologales, los dones del Espíritu Santo que capacitan al alma, ahora divinizada, para percibir las cosas divinas. Es lo que ni el ojo vio ni el oído oyó y que Dios ha revelado a quienes lo aman. Y ese testimonio de quienes han tocado así a Dios lleva en sí una evidencia tan asombrosa que es, incluso para quienes no lo han experimentado, una de las razones para creer en Dios.
 
El conocimiento místico es la toma de conciencia de la presencia de la Trinidad en el centro del alma a través del espejo de la gracia. Los grandes místicos nos describieron la atracción fuerte y suave con la cual la Trinidad recoge al alma en lo más íntimo de ella y permanece allí.
 
San Agustín, al emprender la búsqueda de Dios, lo buscó al principio a través del mundo visible. Luego, entró dentro de sí mismo y se derramó sobre su alma. "Allí, por encima de mi alma, está la Casa de Dios. Allí habita. Desde allí me mira, me gobierna, vela por mí, me atrae, me llama".
 
Y Santa Teresa: "Al introducir Dios el alma en su propia morada, que representa la cumbre de la vida espiritual, donde el alma está más en Dios que Dios en el alma, las Tres Personas de la Santa Trinidad se comunican a ella. Esta alma ve notoriamente que ellas están en lo interior de su alma, en lo muy muy interior; en una cosa muy honda que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía".

(Jean Daniélou, Dios y nosotros, Ed. Cristiandad, Madrid 2003, pp. 215-237)

La Mística Cristiana


Si hiciésemos una encuesta por la calle preguntando a la gente qué entiende por mística, nos encontraríamos con definiciones muy diversas. Pero incluso si se recurre a los estudios serios sobre el tema, las descripciones que se hacen sobre el fenómeno son también extraordinariamente variadas. Y es que, con esta palabra, hoy en día designamos hechos muy diferentes y, además, abordados desde perspectivas enormemente variadas, como son la filosofía, la teología, la historia, la lingüística, las ciencias del cerebro, la psicología o la psiquiatría. Y naturalmente, desde cada perspectiva, se capta sobre todo un aspecto y se llega a una descripción diferente. Si yo tuviese que ofrecer una descripción, desde la perspectiva que es más familiar para mí, la del estudio del fenómeno religioso, yo diría que la mística es fundamentalmente una experiencia peculiar del más allá del hombre, un más allá al que los cristianos llamamos Dios padre de Jesucristo, al que otras tradiciones dan otros nombres y al que personas no ligadas a ninguna orientación religiosa se contentan con definir como la trascendencia, el absoluto o el infinito.
(Juan Martín Velasco, sacerdote diocesano de Madrid, Doctor en Filosofía)
 

Mientras las religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca graciosamente viniendo él mismo donde nosotros estamos. Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha hecho carne,
no es una mística Cristiana.
Este video realizado por el P. Eduardo Sanz de Miguel ocd, me parece muy completo sobre la vida y la obra de Santa Teresa de Jesús.