viernes, 14 de octubre de 2016

La SANTA engolfada de Dios


Teresa de Jesús, fue una mujer excepcional, fundadora del Carmelo descalzo, Doctora de la Iglesia, escritora y mística. Ella ha dejado una extraordinaria huella en la cultura universal y en la Iglesia. Fue toda de Jesucristo, a imitación y con el patrocinio de la Santísima Virgen María, cuya forma de vida, de fe y sencillez, constituye para el Pueblo de Dios un modelo de vida cristiana. Para la santa de Ávila, todos estamos llamados a la unión con Dios por el camino de la oración y del trabajo apostólico. La oración para Teresa es la llave que abre el hermoso castillo interior que es nuestra alma. Esa oración es alimentada con la escucha de la Palabra de Dios y la Liturgia.

Intenta en sus escritos educarnos desde su propia experiencia mística. Como discípula, se ha dejado enseñar por el Maestro, y ahora nos enseña el camino a nosotros. Antes de ser maestra fue alumna, y su experiencia espiritual es propuesta por la Iglesia como camino seguro para llegar al Padre. La santa no describe el itinerario de la oración como una receta de cocina. Dios lleva a cada alma por el camino que Él quiere. La importancia de su enseñanza radica en recordarnos que es necesario mirar nuestro interior, para poder palpar dentro de nosotros la hermosura, la dignidad y el gran amor que Dios nos tiene.

Aquella frase de: “fémina, inquieta y andariega” con que la bautizó el Nuncio Felipe Sega, pensando que le molestaría, se ha convertido en la mejor descripción de su persona. Teresa fue una monja de una inteligencia despierta, de una voluntad inquebrantable y un agudo humanismo. Fue querida por los niños, defendida por nobles caballeros y respetada por los teólogos. Atraía a abogados, a curas y monjas, duques, reyes y obispos, igual que a mercaderes y arrieros. Su jovial carácter hacía que se le rindieran hasta sus adversarios. Una mujer contemplativa y activa, sencilla y sabia, enferma y fuerte, amante de la soledad, pero siempre acompañada, perseguida y dichosa, pobre y bondadosa, pecadora y santa, que ha sido toda de Jesús y quiere que nosotros gustemos los gozos que Dios nos tiene preparado a los que creen en la eficacia de su Palabra. Que su vida sirva para contagiar, incluso a los más alejados, de la alegría de la Fe, el gozo de la amistad con Cristo y la esperanza en el Resucitado.
 Yean Reyes González