Teresa de Jesús,
fue una mujer excepcional, fundadora del Carmelo descalzo,
Doctora de la Iglesia, escritora y mística. Ella ha dejado una extraordinaria
huella en la cultura universal y en la Iglesia. Fue toda de Jesucristo, a
imitación y con el patrocinio de la Santísima Virgen María, cuya forma de vida,
de fe y sencillez, constituye para el Pueblo de Dios un modelo de vida
cristiana. Para la santa de Ávila, todos estamos llamados a la unión con Dios
por el camino de la oración y del trabajo apostólico. La oración para Teresa es
la llave que abre el hermoso castillo interior que es nuestra alma. Esa oración
es alimentada con la escucha de la Palabra de Dios y la Liturgia.
Intenta en sus escritos educarnos desde su propia experiencia mística.
Como discípula, se ha dejado enseñar por el Maestro, y ahora nos enseña el
camino a nosotros. Antes de ser maestra fue alumna, y su experiencia espiritual
es propuesta por la Iglesia como camino seguro para llegar al Padre. La santa
no describe el itinerario de la oración como una receta de cocina. Dios lleva a
cada alma por el camino que Él quiere. La importancia de su enseñanza radica en
recordarnos que es necesario mirar nuestro interior, para poder palpar dentro
de nosotros la hermosura, la dignidad y el gran amor que Dios nos tiene.
Aquella frase de: “fémina, inquieta y andariega” con que la bautizó el
Nuncio Felipe Sega, pensando que le molestaría, se ha convertido en la mejor
descripción de su persona. Teresa fue una monja de una inteligencia despierta,
de una voluntad inquebrantable y un agudo humanismo. Fue querida por los niños,
defendida por nobles caballeros y respetada por los teólogos. Atraía a
abogados, a curas y monjas, duques, reyes y obispos, igual que a mercaderes y arrieros.
Su jovial carácter hacía que se le rindieran hasta sus adversarios. Una mujer
contemplativa y activa, sencilla y sabia, enferma y fuerte, amante de la
soledad, pero siempre acompañada, perseguida y dichosa, pobre y bondadosa,
pecadora y santa, que ha sido toda de Jesús y quiere que nosotros gustemos los
gozos que Dios nos tiene preparado a los que creen en la eficacia de su
Palabra. Que su vida sirva para contagiar, incluso a los más alejados, de la
alegría de la Fe, el gozo de la amistad con Cristo y la esperanza en el
Resucitado.
Yean Reyes González