sábado, 21 de junio de 2014

La Mística: camino Ecuménico

   


   La palabra ecuménico se deriva del griego oikoumene, que significa toda la tierra habitada. Tradicionalmente en la Iglesia Católica la palabra ecuménico designa un concilio general o universal de la Iglesia, pero también se usa para designar el movimiento en favor de la unidad de las religiones. No pretendo desarrollar un exhaustivo análisis sobre sobre el ecumenismo en favor de la unidad entre diferentes confesiones cristianas y no cristianas, sus implicaciones e importancia, pues mi motivación principal consiste hacer ver la mística como camino ecuménico.

   El místico es la persona que saborea a plenitud la vida divina y como vive una vida saturada del amor quiere transmitir su experiencia a los demás. Él, atesora para sí una forma de conocimiento que no se aprende a través del estudio teológico, más bien su íntima vivencia enriquece y aclara los esfuerzos de la teología. El místico siente el amor, como fuego abrazador que le contagia, le abraza, le inflama y le hace propagarse; pues la mística es la experiencia de la madurez espiritual.

 En siglos pasados se consideraba místico a  aquel que sujeto a estructuras eclesiales y dentro de ellas, vivía integrado sólo a la vida espiritual. Hoy día, vemos como el concepto se ha ampliado y encontramos a los místicos de hoy afanados en la vida pública. El amado quiere compartir su experiencia y ésto le hace salir a las calles, y mucho más allá, a las callejuelas, a los suburbios donde a gritos se reclama el amor, para transmitir su íntima vivencia. Santa Teresa de Jesús, mística española del siglo XVI, nos comparte que en el proceso espiritual, toda persona que experimenta la unión con Dios se desvive por trabajar en favor de los demás. "Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor". 

   La mística es un fenómeno religioso universal, podemos encontrar míticos en cualquier denominación cristiana y no cristiana. Todas las religiones proponen al hombre una unión más profunda y un contacto más íntimo con lo divino. Todo creyente vive en una actitud de escucha y de aceptación; en su seguimiento, la unión mística, es un sendero más profundo que le anima en su caminar. La mística, por tanto, es un fenómeno transcultural. 

   En el siglo III d.C., el filósofo Plotino en su tratado Eneadas, escribió: “Frecuentemente me despierto a mí mismo huyendo de mi cuerpo. Y, ajeno entonces a todo lo demás, dentro ya de mí mismo, contemplo, en la medida de lo posible, una maravillosa belleza. Creo sobre todo, en ese momento, que me corresponde un destino superior, ya que por la índole de mi actividad alcanzo el más alto grado de vida y me uno también al ser divino, situándome en él por esa acción y colocándome incluso por encima de los seres inteligibles…” 

   Albert Einstein también nos dice: "La más bella emoción que podemos tener es la mística. Es la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. Para quien esta experiencia resulte extraña es como si estuviera muerto. Saber que existe lo que para nosotros es impenetrable, manifestándose como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, que nuestras pobres facultades sólo pueden entender en sus formas más primitivas -este conocimiento, esta sensación- está en el corazón de nuestra religiosidad".

   Moisés, el padre de los creyentes, que sigue a Dios presente en la nube y guía al pueblo hacia la tierra prometida; con él hablaba Yahvé cara a cara como habla uno con su amigo (Dt 34,10). Su experiencia nos dice que la unión con la divinidad no se realiza sólo por el acercamiento a lo sagrado (la experiencia de la zarza ardiendo); sino también en el asumir el reto del día a día. Siempre tendemos sacar a Dios de nuestras luchas y de ubicarlo en un lugar determinado de culto; para luego, más tarde, clamar para que venga en nuestra ayuda. Lo real es que Dios camina con nosotros y nada de nuestra humanidad le es ajeno. El místico recibe un conocimiento esencial de sí mismo y una experiencia de lo inefable. Algo imposible de traducir en palabras, pero de lo que no hay duda es del potencial sanador que ofrece ésta experiencia y el sentimiento universal que se experimenta. Quienes lo viven, ya no volverán a ser nunca los mismos, porque se sienten personas nuevas, renovadas, transfiguradas y desean que todos vivamos la experiencia de estar engolfados de Dios.






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