sábado, 24 de mayo de 2014

La mística cristiana es don de Dios

Ciertamente el cristiano tiene necesidad de determinados tiempos de retiro en la soledad para recogerse y encontrar cerca de Dios, su camino. Pero, dado su carácter de criatura, y de criatura consciente de no estar seguro sino por la gracia, su modo de acercarse a Dios no se fundamenta en una técnica en el sentido estricto de la palabra. Esto iría en contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio. La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno. 
(STA. TERESA DE JESUS, Castillo Interior IV, 1, 2) 

Se debe distinguir entre los dones del Espíritu Santo y los carismas concedidos en modo totalmente libre por Dios. Los primeros son algo que todo
cristiano puede reavivar en sí mismo a través de una vida solícita de fe, de esperanza y de
caridad y, de esa manera, llegar a una cierta experiencia de Dios y de los contenidos de la
fe, por medio de una seria ascesis. En cuanto a los carismas, S. Pablo dice que existen
sobre todo en favor de la Iglesia, y de los otros miembros del Cuerpo místico de Cristo (I Cor 12, 7).

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